lunes, 27 de febrero de 2023

ERIDANUS (Jimena Lérida Muñoz)


Eridanus es un relato de Jimena Lérida Muñoz, una jovencísima autora de solo 14 años, natural de la localidad de Valdepeñas (Ciudad Real).



ERIDANUS

Hace mucho tiempo, en un pequeño pueblo muy lejano vivía un pequeño príncipe. Su cara era blanca como la nieve, sus labios rojos como la sangre y su cabello negro como el carbón. Le llamaban Eridanus.

A los habitantes de aquel pueblo les sorprendía que, aunque fuese alegre y muy simpático, era demasiado cobarde para ser un príncipe, pues pensaban que no podría luchar contra dragones o guerreros malvados de otros reinos, creían que cuando fuese rey no podría proteger al reino, pues era un chico muy sensible y casi tan frágil como el cristal.

Desde que él era pequeño sus padres le obligaron a estar presente en los actos oficiales y a dar charlas en público. Pero nadie pensaba en cómo se podría sentir el pequeño príncipe.

Poco a poco iba dejando su alegría de lado, iban pasando los años y cada vez era más reservado y más serio, y aunque según iba creciendo lo llevaban a eventos impresionantes y le presentaban a muchas jóvenes dispuestas a casarse con él, el chico solo quería encerrarse en su habitación y embotellar sentimiento. Sí, has leído bien, a Eridanus le gustaba mucho escribir, sobre todo sus sentimientos, él cogía pergaminos y escribía lo que sentía en ellos, como si fuesen pequeñas partes de un diario, pero cuando los terminaba, los guardaba en botellas de cristal que, dependiendo de la emoción guardada (ira, felicidad, tristeza…), irradiaban luces de colores distintos (rojo, amarillo, azul…).

Así decoraba su habitación, no tenía fotos ni cuadros ni dibujos, solo frascos que iluminaban su habitación. Y por las noches parecía que jugaban a bailar junto a las estrellas, haciendo así que la habitación de Eridanus fuese un juego de luces de todo tipo de colores.

Muchas veces a su familia le interesó que era lo que tenía guardado en su habitación, porque les extrañaban los colores que salían por debajo de su puerta. Pero nunca pasaron o le preguntaron, pues siempre respetaron la intimidad del principito.

A Eridanus también le gustaba pasar tiempo con su padre. Lo quería mucho, porque solo él lo entendía y los escuchaba. Juntos se pasaban horas encerrados en su habitación leyendo, escribiendo, etc.; cualquier actividad que les permitiese pasar un buen rato padre e hijo. A ellos les encantaba hablar, pasaban horas y horas reflexionando sobre la vida, Eridanus le contaba sus problemas y su padre le ayudaba, aunque fuesen tan difíciles que parecieran imposibles de resolver. Podrían pasar horas y horas juntos y aunque su padre sí sabia lo que escondía tras la puerta de su habitación, nunca contó a los demás que eran aquellas brillantes luces que lucían bajo la puerta de su habitación.

Sin embargo, al anochecer de un día horrible, su padre cayó en una terrible enfermedad que terminó siendo mortal para su débil salud. La ausencia del rey no solo dejó un vacío en el reino, pues era un rey muy querido por todos, sino que también dejó un enorme hueco en la vida de Eridanus. ¿Quién hablaría con él o le contaría historias sobre su grandioso pasado? ¿Quién no le juzgaría por no querer casarse o, simplemente por no ser el típico príncipe fuerte y valiente?  NADIE y eso lo volvía loco, inseguro, intranquilo, desprotegido.

Pensaba que ahora, cualquiera le podía juzgar, porque no tenía la protección de su padre. Para él su padre era como un escudo ante la envidia de las otras personas, ante la crueldad del mundo exterior. Todos se veían con el derecho de decirle lo que tenía que hacer: sirvientes, profesores, aldeanos y muchísima más gente; y él no tenía otra opción que obedecer y sonreír, porque siempre le habían enseñado que eso era lo que hacía un príncipe, callar y obedecer.

Eridanus reflexionaba mucho sobre la ida de su padre, pensaba en por qué lo dejó solo en ese mundo tan cruel. Con el paso del tiempo fue dejando de hablar y cada vez era más serio y menos alegre. Su habitación ya no tenía un sinfín de colores, ni estos bailaban en el techo y paredes de la habitación del príncipe, pues se fue tornando en un color azulado oscuro, debido a la gran cantidad de botellas con mensaje tristes y furiosos en su interior.

Su madre también estaba muy apenada, pues quería mucho al rey, pero aun así intentaba hacer hablar, distraer o simplemente sacarle una sonrisa a su querido hijo, pero todo su esfuerzo era en vano, porque la tristeza de Eridanus era tan grande, como grande es el universo.

Tras varias semanas intentando que Eridanus volviera a sentirse bien, su madre empezó a conocer a otro hombre, un rey de un pueblo muy lejano y se enamoró, por lo que decidió casarse con aquel caballero.

El hombre era simpático, pero a pesar de eso no se llevaba muy bien con Eridanus, pues tenían dos personalidades muy diferentes, uno era muy reservado y tranquilo y el otro, muy charlatán y nervioso. Su madre lo adoraba, pero al príncipe no le gustaba en absoluto, estaba seguro de que no era lo que aparentaba y mucho menos era lo que pretendía ser, su padre.

Eridanus discutía mucho con su padrastro. Comenzó a odiarlo mucho, por eso, estaba siempre malhumorado y lleno de rabia, porque su madre nunca parecía estar del lado de Eridanus.

En una de las cenas familiares, su madre les dio una noticia que helo su sangre, les dijo que estaba embarazada y que en unos meses habría otro pequeño correteando por el castillo. En ese instante, Eridanus, lleno de un sentimiento que se podría describir como rabia, se levantó de su silla, dando un fuerte golpe en la mesa, y sin hablar, se retiró a su habitación.

Esa noche su habitación se volvió de un color rojo brillante, estaba furioso, pero no sabía por qué. Su cabeza parecía una centrifugadora, no hacía más que dar vueltas y vueltas pensando en lo que podría hacer ante la terrible situación que se avecinaba y sin querer en una de esas soluciones que intentaba encontrar se quedó dormido.

Esa semana, su frustración y sentimiento de impotencia, por no poder hacer nada para impedirlo eran tan grandes que su habitación se tornó de un terrible color gris a causa de sus pensamientos, a veces egoístas, pero siempre negativos.

No le gustaba, en absoluto, que alguien de la sangre de su padrastro formase parte de su familia, pues en esas semanas se estaba comportando muy egoísta y avaricioso, y muchas veces intentaba que Eridanus y su madre se peleasen, para así, ir separándolos poco a poco, pues últimamente estaban muy unidos.

En esos momentos Eridanus pensaba mucho en su padre y sobre todo se preguntaba qué pensaría el de esa situación, él creía que su padre estaría contento, porque siempre se alegraba cuando su madre estaba feliz, y con esta noticia ella era muy feliz. Entonces, pensando en su padre, intento estar feliz por su madre y ayudarla en lo que podía.

Nueve meses más tarde nació Carina, su nueva hermana, era muy pequeña y guapa, tenía un gran parecido con Eridanus, pues parecía su versión femenina.

Carina fue creciendo y Eridanus no pudo evitar cada vez más encariñarse con ella, cada vez la encontraba más parecida a él, aunque ella era más traviesa y risueña, Eridanus pensaba que había encontrado a la persona que llenaba el vació que había dejado su padre en su vida y se era muy feliz si su hermanita estaba a su lado lo hacían todo juntos, pues se querían tanto que eran inseparables.

Las cosas en el palacio habían mejorado, todos sonreían más, y ahora la habitación de Eridanus volvía a tener muchísimos colores. Había encontrado una conexión con Carina, pero, lamentablemente, todavía no sentía la confianza que tenía antes con su padre, así que cuando tenía un problema simplemente lo escribía y lo guardaba, pero nunca se desahogaba del todo.

Todo era más bonito y el sol parecía que volvía a brillar, pero el padrastro del príncipe estaba furioso, pues ya nadie le hacía caso y su hija cada vez se llevaba mejor con Eridanus, este era muy orgulloso y no olvidaba todo lo que Eridanus les había hecho pasar a él y a la reina, con sus cambios de humor y enfados. Entonces decidió hacerse con el reino y para eso su hija tenía reinar aquel lugar.

Buscó la manera para deshacerse del príncipe, ya que, si Eridanus estaba por allí, al ser el mayor, debería reinar él. Mientras tanto la reina y los dos hermanos, ajenos al malvado plan de este, seguían felices jugando y hablando. Pero nadie sabría lo que le pasaría al reino si el padrastro de Eridanus conseguía trazar un plan para deshacerse de él.

Con el tiempo encontró lo que buscaba, no quería matarlo, solo quería una excusa para desterrarlo o hacerlo desaparecer de su reino y que así no pudiese reinar, como en el cuento de Blancanieves.

Un día que estaban reorganizando algunas habitaciones del palacio, le pidió al príncipe que lo ayudara a bajar un cuadro y unos cuantos muebles de la torre más alta del castillo. Eridanus, termino aceptando, aunque seguía sin llevarse bien con su padrastro, pues no quiso protestar ya que se había prometido a sí mismo empezar de cero con él, para que todos estén felices en el castillo.

Cuando el joven estuvo en la habitación cogiendo el cuadro del final del cuarto, el malvado rey cerró la puerta con llave y lo dejó allí encerrado.

Eridanus pasó días enteros en esa oscura sala, y de vez en cuando, su padrastro le llevaba algo para comer, pues su plan era que cuando su hija reinase aquel pueblo llevaría a Eridanus ante el reino quedando él como victorioso y un gran caballero.

Eridanus chillaba, escribía, dormía, leía algunos libros que por allí encontraba, pero nadie lo escuchaba, nadie lo encontraba. En esos momentos Eridanus también pensaba, reflexionaba sobre que hubiese pasada si le hubiese dicho a su madre o a su hermanita las sospechas que tenia hacia su padrastro, y se arrepentía mucho de en esos años no haber mostrado sus sentimientos o pensamientos, porque a lo mejor las cosas hubiesen cambiado si él hubiera dicho las cosas que le pasaban por la cabeza.

Toda la corte se preocupó mucho con su desaparición y lo buscaron días y días, incluso largas semanas que parecían que nunca terminarían, al final se rindieron, lo dieron por perdido o incluso muerto, pensaron que nunca volvería a aparecer, pues su padrastro se encargaba de que no lo descubrieran.

Carina cada día estaba más triste porque no sabía lo que le había pasado y llevaba mucho tiempo sin pasar por su habitación a darle un beso de buenas noches, ella se sentía como aquel vació que al principio decíamos que a Eridanus le dejó la muerte de su padre.

Pasó un largo tiempo y seguían sin noticias del chico. Y, aunque no lo olvidaban, dejaron de buscarlo. Carina poco a poco se fue convirtiendo en una hermosa doncella. Era alta, morena, con ojos grises y con una larga cabellera. Todos la querían, todos los jóvenes del lugar querían casarse con ella, pero en su corazón solo había amor para un único hombre, su hermano. Carina lo echaba mucho de menos, pero al no aparecer, tuvo que tomar ella las lecciones para ser la nueva reina y aunque no le gustaba mucho lo hacia porque le recordaban a su hermano. Al ser Carina la próxima reina el padrastro de Eridanus estaba muy feliz, pero todavía no liberaría a Eridanus.

Un día paseando por las estancias del castillo, después de escaparse de sus lecciones como futura reina, Carina descubrió la estancia del príncipe Eridanus, al que daban por desaparecido hacía ya mucho tiempo. Se alegró muchísimo, pues había encontrado a su querido hermano, pero todavía no sabía cómo había acabado allí, así que Eridanus le contó todo el plan que tenia su padre para que ella fuese reina. Carina entendió todo y fue a reprochárselo a su padre, pero Eridanus se lo impidió ya que no sabían cómo se lo podría tomar, en cambio se quedaron hablando de lo que había pasado esos días y Eridanus le contó todo lo que sentía y pensaba de su padre, por miedo a volver a estar en esa situación.

Desde ese día Carina se encargó de subir todas las tardes a hablar con él y a llevarle comida, luego, bajaba y seguía con sus lecciones, para que nadie sospechara nada. No querían que nadie descubriese al joven por miedo a que su padrastro tomara represalias contra ambos.

Pasaron unos largos días, pero el príncipe y la princesa trazaron un plan para poder sacar de allí a Eridanus: robarle la llave que tenía escondida el rey. Por desgracia, nadie sabía dónde estaban esa llave, y el lugar más obvio, la habitación de los reyes, nadie podía pasar. Pero Carina era muy lista y enseguida supo que hacer para entrar allí, pidió a su madre dormir con ellos aquella noche pues había tenido una pesadilla que no la dejaba dormir, a lo que, como estaba planeado, la reina accedió.

Mientras sus padres dormían, se deslizó entre las sábanas y consiguió salir de la cama, rebuscó en todos los cajones y armarios, pero no encontró nada, hasta que se dio cuenta de que le faltaban los cajones de la mesita de noche de su padre con mucho sigilo llegó a ellos y fácilmente encontró la llave nada más abrir el cajón. Después para que no sospecharan fue al baño y se volvió a meter en la cama junto a su madre.

Al día siguiente, Carina se presentó en la puerta de la torre con la llave en la mano.

- “Tengo la llave”- le gritó a través de la puerta.

Minutos después, el príncipe ya estaba fuera de esa habitación y ambos saltaban de alegría, pero cuando Eridanus la vio se quedó petrificado. Esa niña ya no parecía ser aquel bebé recién nacido que acogió en sus brazos la primera vez, su hermana era preciosa y tenía unos ojos tan bonitos que era imposible dejar de mirarlos, casi como los suyos.

Le dio las gracias y la abrazó. Más tarde, después de comer y descansar un rato, Eridanus le explico a Carina que ya podía reprocharle a su padre lo que ella quisiese, pues si su padre se enfadaba ya no tenía nada que hacer porque ya estaban los dos juntos. Molesta, se dirigió a su padre y le pidió explicaciones, le hizo saber que sus acciones no eran las mejores para reinar por lo tanto tenía que ser castigado. La madre de Eridanus decidió separarse y proporcionó la corona a su hijo. Y el rey se quedó solo, por ambicioso y malvado. Ahora, Carina, Eridanus y su madre viven felices y juntos en su reino, con paz y armonía. Eridanus como rey, y Carina como infanta, pero ayudando a su hermano en todas las decisiones en las que podía. Y todavía el palacio entero está plagado de un sinfín de colores del arcoíris, día y noche.


En esta historia el héroe no es el príncipe, sino la princesa, y eso nos ayuda a darnos cuenta de que muchas veces las chicas podemos llegar a salvar el mundo y los chicos consiguen ser mucho mas sensibles y reservados de lo que son.

También nos enseña a que hay que mostrar nuestras emociones, porque por culpa de que Eridanus no expreso sus sentimientos hacia su padrastro terminó encerrado en una torre por mucho tiempo. Por eso:

“Las emociones nos ayudan a vivir”


Jimena Lérida Muñoz


1 comentario:

  1. Me ha gustado mucho, sobre todo por el cambio de roles la niña que rescata al hermano y que los chicos pueden ser sensibles cuando siempre se les ha animado a restringir sus sentimientos, sigue escribiendo.

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