jueves, 9 de abril de 2015

Edgar Allan Poe: A ELENA



Te vi a punto.
Era una noche de julio, 
noche tibia y perfumada,
noche diáfana...

De la luna plena límpida,
límpida como tu alma,
descendían
sobre el parque adormecido 
gráciles velos de plata.

Ni una ráfaga
el infinito silencio
y la quietud perturbaban
en el parque...

Evaporaban las rosas 
los perfumes de sus almas
para que los recogieras
en aquella noche mágica;
para que tú los gozases 
su último aliento exhalaban
como en una muerte dulce,
como en una muerte lánguida,
y era una selva encantada,
y era una noche divina
llena de místicos sueños 
y claridades fantásticas.

Toda de blanco vestida,
toda blanca,
sobre un ramo de violetas
reclinada
te veía
y a las rosas moribundas 
y a ti, una luz tenue y diáfana
muy suavemente
alumbraba,
luz de perla diluida
en un éter de suspiros 
y de evaporadas lágrimas.

¿Qué hado extraño
(¿fue ventura? ¿fue desgracia?)
me condujo aquella noche 
hasta el parque de las rosas 
que exhalaban
los suspiros perfumados
de sus almas?

Ni una hoja 
susurraba;
no se oía
una pisada;
todo mudo,
todo en sueños,
menos tú y yo 
-¡cuál me agito 
al unir las dos palabras!-
menos tú y yo... De repente
todo cambia.
¡Oh, el parque de los misterios! 
¡Oh, la región encantada!

Todo, todo,
todo cambia.
De la luna la luz límpida
la luz de perla se apaga.
El perfume de las rosas
muere en las dormidas auras.
Los senderos se oscurecen.
Expiran las violas castas.
Menos tú y yo, todo huye,
todo muere,
todo pasa...
Todo se apaga y extingue
menos tus hondas miradas.

¡Tus dos ojos donde arde tu alma!
Y sólo veo entre sombras 
aquellos ojos brillantes,
¡oh mi amada! Todo, todo,
todo cambia.

De la luna la luz límpida
la luz de perla se apaga.
El perfume de las rosas
muere en las dormidas auras.
Los senderos se oscurecen.
Expiran las violas castas.
Menos tú y yo, todo huye,
todo muere, 
todo pasa...

Todo se apaga y extingue
menos tus hondas miradas.
¡Tus dos ojos donde arde tu alma!
Y sólo veo entre sombras 
aquellos ojos brillantes,
¡oh mi amada!

¿Qué tristezas irreales,
qué tristezas extrahumanas!
La luz tibia de esos ojos
leyendas de amor relata.
¡Qué misteriosos dolores,
qué sublimes esperanzas,
qué mudas renunciaciones
expresan aquellos ojos
que en la sombra 
fijan en mí su mirada!

Noche oscura. Ya Diana
entre turbios nubarrones, 
lentamente,
hundió la faz plateada,
y tú sola
en medio de la avenida,
te deslizas
irreal, mística y blanca,
te deslizas y te alejas incorpórea
cual fantasma...
Sólo flotan tus miradas.
¡Sólo tus ojos perennes,
tus ojos de honda mirada
fijos quedan en mi alma!

A través de los espacios y los tiempos,
marcan, 
marcan mi sendero 
y no me dejan
cual me dejó la esperanza...
Van siguiéndome, siguiéndome
como dos estrellas cándidas;
cual fijas estrellas dobles
en los cielos apareadas
en la noche solitaria.

Ellos solos purifican 
mi alma toda con sus rayos
y mi corazón abrasan,
y me prosterno ante ellos
con adoración estática,
y en el día
no se ocultan 
cual se ocultó mi esperanza.

De todas partes me siguen 
mirándome fijamente
con sus místicas miradas....
Misteriosas, divinales
me persiguen sus miradas
como dos estrellas fijas...
como dos estrellas tristes,
¡como dos estrellas blancas!


Edgar Allan Poe



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