lunes, 11 de abril de 2016

Elinâ: PRIMERA PARTE "LEVIATÁN", CAPÍTULO 7


           Elinâ: Primera Parte "Leviatán", Capítulo 7



7
Samí se detuvo al anochecer.

—Están cerca —susurró, mirando a las tinieblas.

La yegua relinchó como si hubiera entendido sus palabras.

—Definitivamente, tendremos que luchar —dijo, reflexionando.

En condiciones normales le hubiera sido fácil escapar, pero por desgracia la bola de cristal anulaba a su antojo su propia magia con su inmenso poder cósmico; y, por supuesto, no podía abandonarla y permitir que se apoderaran de ella.

Terminó de fumar la shisha y se sentó en el suelo, entrelazó los dedos, llevó las manos al regazo y de seguida entró en trance y cerró los ojos.

Surgió una luz brillante y extraordinaria de sus manos, que lo envolvió por completo en un aura reluciente.

—Siempre fiel a Ti, Señor, ayúdame en el peligro —dijo.

La luz brilló más intensa.

—Haz que mi camino vea la Luz de tu rostro; que mi destino sea el que Tú decidas. 

El mundo terrero desapareció y de la nada se forjó otro onírico, y en la niebla blanca e ilusoria se materializó la figura de un hombre, un mago humano ya anciano que vestía un atuendo sencillo color crema, y en la cabeza llevaba puesto un gorro grandísimo que terminaba en punta, como las mismas orejas en forma de asta de un feroz lince. Su barba era larga y negra, aunque algo canosa. Su rostro muy viejo, pero poderoso y sus ojos, prodigiosos. Indudablemente, sólo podía tratarse de una persona: Tag, el gran mago de Mür, importante semidiós eterno.

Ambos se abrazaron.

«Maestro, necesito tu consejo y ayuda», dijo Samí.

«Aquí me tienes, Aguemón», sonrió Tag. «Cuéntame qué ocurre».

Aguemón era el verdadero nombre de Samí, el Guardián del Cosmos del mágico Edén.

«No tengo mucho tiempo, maestro», indicó Samí. «El enemigo me persigue tenazmente».

El anciano enarcó una ceja.

«¿Emenis?», preguntó.

«El mismo», asintió Samí. 

«¡Dios mío!», exclamó Tag, atónito.

«Todo ocurrió hace apenas una semana, una noche de luna nueva, cuando la oscuridad se extendía sin fin por toda Tierra Leyenda…».




Elinâ
Copyright©, COSTA TOVAR Miguel Ángel, 2015



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