La enâi poseía una gran belleza. Tenía los cabellos oscuros como la noche. Sus rasgos eran tan finos que Ariûm quedó maravillado nada más verla. Envuelta en un ligero vestido carmesí, de sus hombros brotaban dos grandes alas azabaches. Sus ojos eran tan negros como la muerte y de ellos emergía algo siniestro.
Prólogo
Valesïa
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