Tempestades estremecen el cosmos,
nos envuelven y atrapan con su rencor,
nos encierran en lóbregas moradas,
oscuras y sombrías como la noche.
Pero una luz germina en las tinieblas,
ilumina el camino de árboles sin hojas,
apacigua las aguas revueltas y embrujadas
que, en los sueños, perturban nuestra alma.
Es el aura que envuelve tu cuerpo
el causante de mi dichoso fortunio,
un tesoro de incalculable valor
que desgarra las puertas del abismo.
Ahora el viento mece suave las olas,
la brisa peina tus cabellos nebulosos,
en esta exigua calma efímera,
donde tu amor sincero es eterno.
Capítulo 12 de la Tercera Parte (Diabólica)
Elinâ
Copyright©, COSTA TOVAR Miguel Ángel, 2015
No hay comentarios:
Publicar un comentario