La lluvia cesó y las nubes se marcharon, pero la oscuridad ya se había apoderado del bosque y el sol desapareció del horizonte. El tiempo pasaba rápido y luego se detenía. Se detenía y volvía a pasar rápido. Las ramas y las hojas ya no se movían. Los árboles parecían sólo lienzos grandes. Pinturas vivas que transmitían una magia lóbrega.
Siguió caminando por el sendero hasta que llegó a un claro. No sabía dónde estaba, ¿cuál sería el camino de vuelta? Se encogió de hombros.
Las voces retumbaron más fuertes en su cabeza. Eran cantos de alegría y de tristeza. Todo junto. Era la llamada.
Sonó una canción. Triste. Y el dolor se extendió.
Cantaba una mujer, una diva, una dama, en un idioma extraño ya ahogado en el tiempo, pero sabía a la perfección qué significaba.
Así era su traducción, aproximada, a la lengua común:
Enesïa, Reino de la Antigüedad,
tierra de las estrellas, de la luz, del sol
y de la luna plateada.
Tierra de leyendas, hazañas y traiciones,
de vida y muerte, luz y oscuridad.
De senderos olvidados y sombras oscuras
que se extienden como la muerte
y exterminan la vida.
En oscuros nichos,
de viejas criptas, catacumbas, escondidas.
Entre polvo y huesos, se ocultan objetos poderosos.
Enesïa, Reino de la Antigüedad,
tierra de las estrellas, de la luz, del sol
y de la luna plateada.
Tierra de leyendas, hazañas y traiciones,
de vida y muerte, luz y oscuridad.
Capítulo 2 de la Primera Parte (Invasión)
Valesïa
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