Entonces apareció Linx, el enorme lince con pinceles negros en las puntas de las orejas. Era igual que en sus sueños: su pelo era de color pardo amarillento con manchas oscuras y sus pobladas barbas, blancas.
Surgió de entre los árboles y avanzó sigiloso hacia ella.
Valesïa sintió que se le aceleraba más el pulso y lo miró a los ojos. Unos ojos salvajes, mágicos y extraños, todo a la vez.
Quedó embelesada y le pareció que el tiempo se paraba, que todo el universo se detenía ante su encuentro. Había soñado muchas veces con el enorme felino, pero ya no estaba en un sueño, ahora estaba frente a él, y descubrió que ambos formaban parte de una única alma, de un único espíritu, pero en dos cuerpos distintos. También comprendió que ya nunca podría separarse de él. Sabía que había nacido para estar a su lado, hasta el día de su muerte.
He nacido para estar contigo,
protegerte, velarte.
Nuestra vida está ligada hasta la muerte,
que ni siquiera nos separará en el otro mundo,
el mundo de los muertos.
En el Edén volaremos juntos
durante toda la eternidad,
hasta el fin de los días.
Yo soy Linx, tu protector.
Capítulo 10 de la Primera Parte (Invasión)
Valesïa
Copyright©, COSTA TOVAR Miguel Ángel, 2013-2014
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